57 recetas. Que, de alguna forma, marcan mi huella gastronómica.

En un caso, porque han sido sabores de la infancia, los platos que hacía mi madre, mi abuela, algunos de los cuales han reposado en el cajón del olvido durante muchos años.

En otros, porque están asociados a lugares concretos, a viajes, a experiencias nuevas.

También aparecen los que se han ido convirtiendo en clásicos en el ámbito familiar; o los que han sido el resultado de experimentos y probaturas.

En definitiva, una buena excusa para componer ese puzzle gastronómico de mi vida, cuyas piezas andaban desperdigadas. 

Puzzle que se seguirá ampliando y enriqueciendo, espero.

Lo más importante de todo este periplo culinario, como de otros, ha sido el aprendizaje continuo, la curiosidad por lo desconocido y, por supuesto, el disfrute. Tanto del resultado final como del propio proceso de elaboración. Para mí, cocinar nunca ha sido una carga. Cocinar en compañía, una feliz complicidad. Y cocinar para otros, una ocasión para compartir.

Y ya entrando en harina, destacaría algunas enseñanzas básicas que he ido asimilando a lo largo de estos años entre cazuelas, sartenes y hornos:

-El ajuste de los tiempos de cocción, en general excesivamente largos, para preservar los sabores y texturas naturales de carnes, pescados y verduras.

-La utilización de especias y hierbas, que abren un campo nuevo de aromas, y que pueden sustituir en ocasiones a sazonadores tradicionales.

-El uso del horno, que ha dejado de ser cajón para sartenes y bandejas y puede acoger un buen número de preparaciones que habitualmente encomendamos a las frituras en sartén.

-La capacidad que debe tener el cocinero en casa para relajarse, sentarse a la mesa y disfrutar de la comida, con una copa de vino en la mano, junto al resto de comensales.

Cuando empecé a enredar en esto de escribir y publicar, hace ya unos cuantos años, jamás pensé que acabaría haciendo un libro… de recetas.

La idea fue tomando cuerpo a lo largo de este último año, siempre pensando en un libro “útil” para mis hijos, una forma de transmitirles esa pasión, ese disfrute que yo siento cada vez que entro en una cocina y empiezo a trastear.

El empujón de alguien cercano a mí, que también andaba en una tarea similar, ha hecho posible que esa idea haya tomado cuerpo de papel y tinta.

De forma premeditada no se han incluido en las recetas las cantidades de los ingredientes, salvo en aquellos casos en los que las proporciones entre ellos eran absolutamente necesarias.

El instinto, el sentido común, la práctica y el gusto de cada uno va proporcionando poco a poco el equilibrio entre los componentes de cada plato. 

Y, por supuesto, la imaginación. Para ir cambiando, probando y creando nuestro propio universo culinario.

Una vez asimiladas unas pocas reglas básicas descubrimos que cocinar es… fácil y divertido.

Este libro vio la luz en Marzo de 2014.

Las recetas de mi vida libros